UTOPÍA
Me encanta visitar de vez en cuando a Francine. Desde que la conocí por casualidad allá por el año 2017, siempre me dejo caer por su cabaña una o dos veces año; me gusta empaparme de su filosofía de vida y de su capacidad para darme un bofetón -metafórico- al saber que ella, una persona de más de 60 años, lleva más de una década viviendo en un pueblo entre las montañas de Asturias y León donde es la única habitante y al que, además, solo se puede llegar caminando.
Francine hace que todo lo que yo pensaba que necesitaba para vivir se tambalee; y es que ella ha rebajado los mínimos vitales a niveles insospechados al tiempo que se mantiene activa y feliz. “Siempre me hacen la misma pregunta” -me dice Francine, “¿No tienes miedo viviendo aquí sola?”. El caso es que al verla esa pregunta se responde por sí sola: te recibe con una sonrisa inmensa y con una energía que solo puede emanar de alguien que de verdad ha encontrado su sitio en el mundo.
PEQUEÑAS ACCIONES SÍ CAMBIAN REALIDADES
Francine es consciente de que lo que ella ha hecho tal vez no sea factible para todo el mundo: comenzar a vivir de un modo diferente en la naturaleza, priorizando la autosuficiencia y disminuyendo su huella ecológica a la mínima expresión.
De todos modos, ella sabe que podemos empezar a hacer cosas diferentes en nuestro día a día, aún cuando esos cambios no sean de calado en el corto plazo: muchos cambios a lo largo del tiempo hechos por muchas personas sí que consiguen cambiar realidades. De algún modo ella inspira a que nos planteemos nuestra vida desde un plano más ecológico, más holístico y menos individual. Por ejemplo, Francine ayuda a recuperar las abejas en el valle, a repoblar la población de murciélagos o a replantar los montes quemados en el devastador incendio -que casi el cuesta la vida- del año 2019 aprovechando la regeneración natural de los árboles autóctonos del valle.
Detalle del plano de la “casa” para murciélagos, un castaño germinando que terminaría en la zona quemada y una colmena de abejas situada en un árbol al lado de su casa.
¿Una colmena en un valle, construir una casa para murciélagos o 4 docenas de árboles plantados cambian el mundo? Tal vez no, pero, escucha: un par de acciones como esta realizada al año por unos pocos millones de habitantes del planeta sí que marcan una diferencia. Y siempre, siempre, esa acción mejorará ese pequeño entorno local en el que estás actuando. Solo por esto último ya merece la pena.
Personalmente creo que necesitamos pensar más en el largo plazo, en lugar de priorizar el beneficio en el corto. Siento que urge meter en la ecuación la supervivencia de las generaciones futuras y del planeta en su conjunto. No se trata de elegir entre “mi supervivencia” y “la supervivencia del mundo”: se trata honrar las dos: bienestar individual y bienestar general.
Le pregunté en una ocasión cómo sería un mundo ideal para ella. «En realidad este mundo está genial, es perfecto… Tan solo le añadiría más amor. Más amor y menos locura por el dinero y por tener. Creo que para conseguir más amor y un mundo mejor las personas deberían aplicarse a sí mismas todoa quello que querrían ver en el mundo… Así, si quieres ver felicidad en el mundo, comienza por ser feliz tú mismo. Si quieres que el mundo esté bien, comienza por sentirte bien contigo mismo primero. La felicidad no está en tener dos coches, una casa grande, tener un perro o incluso hijos para aparentar ser una familia unida y feliz. Ser feliz tiene que ver con estar a gusto contigo mismo, independientemente del tipo de vida que lleves –Francine acelera el ritmo y continúa–: Creo que basar la felicidad en conseguir cosas, materiales o no, puede llevarte a que te pases la vida persiguiendo algo que nunca llega».
Francine es conocida cariñosamente en Asturias como La Xana de Muniellos.
Una xana es un personaje de la mitología asturiana que habita en el bosque, normalmente en zonas de aguas puras; es un hada de gran belleza y riqueza que vive encadenada a un manantial, arroyo o laguna y busca ayuda de los lugareños para ser liberada a la par que devuelve el favor en forma de alhajas, sabiduría u ovillos de hilo que no se acaban nunca.
Francine es rica, más rica que cualquiera: custodia y protege sin miedo El Corralín, disfrutando todos los días de su paisaje agreste de aire puro, agua limpia y exuberante vida. A cambio, ella nos regala su filosofía, sabiduría, paz y serenidad. Deposita semillas en el corazón de la gente que, nutridas con el abono del amor, el agua de la curiosidad y la luz de la esperanza pueden hacer germinar una manera más conectada y feliz de estar en el mundo.
El Corralín y el valle han ganado una aliada…, y el mundo, también.
Yo con Francine durante la entrevista en verano del 2020 y que está disponible a través del libro “La extraordinaria vida de la gente corriente”
La alucinante historia de Francine, su filosofía e historia de vida y de cómo terminó en El Corralín, la cuento con todo detalle en mi libro “La extraordinaria vida de la gente corriente”.
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