¿Quieres saber qué aprendí como presidente de mesa en las últimas elecciones generales (España – Noviembre 2019)?
MI EXPERIENCIA COMO PRESIDENTE DE MESA
Ya, ya… Lo sé. Hablar de política en los tiempos que corren es un tanto arriesgado…, sobre todo si uno quiere seguir manteniendo la energía a niveles deseados.
…Y es que está la cosa calentita. Y más aún después de esta pandemia del Covid que ha puesto patas arriba al mundo en general y a la política en particular. En realidad, para esta última, estar patas arriba no es ni meritorio ni novedoso ya que, para nuestra desgracia, seguimos confundiendo la ciencia social y el ensayo y el error para lograr mejorar el bienestar de las personas con la ideología política.
Una pena.
Pero, en fin; para tranquilidad de todas/os, hoy no hablaré aquí de ideas políticas, si no de mi experiencia personal en uno de los eventos más importantes que suceden en una democracia: elecciones generales.
Las elecciones son un proceso o forma de participación ciudadana basado en la democracia representativa aunque, métete esto a fuego: la elección de candidatos a través del sufragio para conceder a unos pocos el control absoluto de todo el chiringuito durante una cantidad ingente de tiempo no es la panacea, al contrario, tiende a la precarización del sistema democrático: la verdadera democracia se da si este proceso se complementa además cuando la población tiene acceso real y directo a proponer alternativas y gestionarlas, esto es, cuando existe democracia y participación directa.
Hey, la participación directa no es tan complicada. La ejercitas en tu comunidad de vecinos cuando decides pintar -o no- el garaje comunitario. La ejercitas cuando pones una foto de una carretera en mal estado en tu muro de Facebook etiquetando al ayuntamiento de tu pueblo, logrando que la arreglen. La ejercitas cuando te juntas con personas que tenéis una profesión común y hacéis propuestas al gobierno local, autonómico o general sobre qué medidas podrían mejorar vuestras condiciones de trabajo.
Es decir, estamos más acostumbrados de lo que creemos: tan solo tenemos que implantarlo y sistematizarlo… Y creernos de una vez que es necesario para que la sociedad evolucione de un modo inclusivo.
Reflexiones a parte, sucedió que el mes de noviembre del año 2019 por primera vez tuve que presidir una de las mesas electorales de un barrio obrero de Oviedo y, por supuesto, formar parte del escrutinio de los votos. Reconozco que cuando vino a mi casa aquel policía vestido de paisano a entregarme la notificación, lo tomé con cierta resignación y rozando incluso el enfado al principio, pero con curiosidad e interés después.
Cuando expresaba mi interés y curiosidad por pasarme todo un domingo sentado en una silla de 8:00 a 00:00, mis allegados no lo comprendían. ¿Por qué sientes curiosidad, alma de cántaro? Fácil: porque como aprendiz de sociólogo quería conocer de primera mano las tripas de todo ese proceso. No es lo mismo leer en un libro qué es la democracia representativa y los procesos de participación, que vivirlo en primera persona.
No es lo mismo. Ni de lejos.
¿La experiencia? Muy enriquecedora. Así, comparto contigo mis aprendizajes y descubrimientos, ¿te animas a reflexionar un rato?
En esta foto -movida- con Tania y Ana, vocales de la mesa donde yo ejercí de presidente. ¡EQUIPAZO!
1# Nos tomamos en serio esto de las elecciones
Todos los miembros de las mesas hicieron una labor tremendamente profesional: pude constatar que existe un sentimiento enorme de respeto hacia el proceso electoral; existe un deseo real y palpable de hacer las cosas correctas y justas, independientemente del resultado.
De hecho, es lo único que hace que el proceso funcione tal y como está planteado ya que todo está pensado para que todo el trabajo sea absolutamente manual y con intervención humana.
Debo decir que, pese a que existe mucho que mejorar ahí fuera, me siento muy orgulloso de vivir en una sociedad con ese sentimiento. Es cierto que tenemos mucho que mejorar en aspectos relacionados con la convivencia y la igualdad; así y todo, tengo esto clarísimo: el proceso democrático lo tenemos bastante interiorizado.
2# En la sala no había partidos políticos: había personas.
Todos los apoderados e interventores de los distintos partidos charlaban entre ellos de forma amigable y hasta distendida. Conmigo se portaron de forma correcta… ¡Incluso cuando tuve que quitármelos de encima de forma más o menos abrupta durante el proceso de escrutinio!
Nota para futuros presidentes de mesa: durante el escrutinio los apoderados e interventores se acercarán cada poco para pedirte actas de los diferentes recuentos. Mi consejo: no entregues ni una triste acta hasta que no hayas terminado de firmar el último papel. Si no haces esto, terminarás el recuento a las 3 de la madrugada.
Estás avisada/o.
3# Sentimiento generalizado de gratitud hacia los miembros de las mesas
Al finalizar, todos nos dieron las gracias, incluyendo el policía que me escoltó hasta los juzgados y la jueza a la que le entregué el escrutinio de mi mesa electoral.
Incluso aquel interventor cuyo nombre y partido político al que representaba no quiero acordarme y que me pedía que le pusiese al día del recuento cada 5 minutos -tal vez no se fiaba de mi criterio para el escrutinio, sería el pelo largo-, al final tuvo palabras de agradecimiento hacia mi persona.
Al final, incluso, me vi dándole la enhorabuena por los resultados -inesperados- de su agrupación. De locos.
4# Sistema rudimentario de escrutinio
Experimenté lo tremendamente rudimentario del sistema de votación y el amplio margen para el error humano, sobre todo en la fase de escrutinio. En la mesa éramos 3 personas contando votos de 400 personas tras 12 horas de trabajo; es decir, el recuento, lo más importante, se hace por las mismas personas que estuvieron trabajando desde las 8:00a.m.
Llamadme loco, pero no creo que sea lo más adecuado.
5# Autónomos discriminados
Como autónomo me sentí discriminado: los trabajadores por cuenta ajena disfrutarían de 5 horas libres y remuneradas al día siguiente.
Yo disfruté de la nada más absoluta. Un razón más para que, si estás pensando en “emprender”, te lo pienses dos veces.
6# ¿Por qué no votan los jóvenes?
La edad media del votante fue altísima en mi mesa. Me pregunto: ¿qué sistema hemos creado que mantiene a los menores de 30 años alejados de la política? Los jóvenes están viviendo una crisis de expresión terrible, creyéndose ciudadanos infravalorados y en cierto modo engañados. No es para menos: los caminos que sirvieron para la inserción sociolaboral de los que hoy tienen 45 años, no están sirviendo para los que hoy tienen 25.
¿No te lo crees? Mira los datos del paro juvenil –el doble que la media-. Si te quedan más dudas, echa un vistazo al paro entre los chavales de entre 16 y 19 años donde es aún más acuciada.
7# Nos respetamos en las distancias cortas
Me di cuenta de que las personas, en las distancias cortas, tendemos a respetarnos más. Cuando tenemos a alguien delante, tendemos a comprendernos y a relajar la intensidad del discurso. Pienso que las diferencias insalvables surgen en el debate inerte de ideas imprecisas basadas en presuposiciones, creencias o, lamentablemente, prejuicios previos.
Ahí justamente está el mayor de los problemas: en los prejuicios, en las generalizaciones. Descubrí que todo eso se desvanece cuando miras al otro a los ojos, cuando comprendes la mirada y el sentido de las acciones de la otra parte.
Puedes comprender incluso a una persona que a nivel de ideología política se parece tanto a ti como Donald Trump se parece a José Mújica.
# Conclusión
¿Conclusión? Necesitamos relacionarnos más, vivir más con otras personas, abrirnos a entender las acciones de los demás.
¿Tienes un amigo que opina diferente en una cuestión importante? No es un problema: yo te digo que es una OPORTUNIDAD.
Una oportunidad para poder comprender de primera mano a esa persona que quieres, que aprecias. Habla con esa persona desde el cariño, desde el amor. Piensa que tal vez esa persona ha vivido cosas diferentes para llegar a diferentes conclusiones.
Creo que hay que apagar de vez en cuando la TV y escuchar casos reales de los demás para poder empatizar y comprender el sentido de cualquier práctica, por muy extraña que nos parezca.
No hables de “ideas” o “políticas”. Habla de casos concretos que te sucedieron. Habla de personas reales enfrentando situaciones reales.
No se trata de que estés de acuerdo con la otra persona, se trata de que comprendas sus motivaciones, sus razones; así también abres la puerta a que la otra persona te comprenda también a ti. Y entonces, magia: estarás abriendo la puerta al aprecio en las diferencias.
Recuerda esto: somos seres interconectados. Todos nos necesitamos a todos.
Así que: más nos vale respetarnos.
Más nos vale amarnos.
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