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LA DESPOBLACIÓN del MUNDO RURAL y el fenómeno de la OCUPACIÓN

Escrito por: Iván Ojanguren
Publicación: agosto 8, 2020

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UN MUNDO URBANO


En el año 2007 sucedió un hecho histórico e inaudito en la historia de la humanidad. Es curioso cómo algunos hechos no trascienden, aún cuando son verdaderamente importantes. Esto da que pensar: ¿son verdaderamente importantes todas las cosas que nos cuentan? Es decir, ¿nos enteramos todas las noticias o hechos que son relevantes?

No parece descabellado pensar que en realidad no nos enteramos de lo que pasa ahí fuera, sino de “lo que otros nos cuentan” en base a una discriminación de todo el amasijo de posibles noticias y eventos, ¿verdad?

En fin, reflexiones a parte: ¿qué sucedió en el año 2007? Por primera vez en la historia comenzaron a vivir más personas en ciudades que en entornos rurales. Es decir: el mundo comenzó a ser urbanita. Y esto no es baladí: las ciudades son un contexto en el que nuestra forma de relacionarnos y de pensar acerca de muchas cosas, cambian.

Así, según algunos sociólogos como Georg Simmel, en las ciudades tendemos a tener relaciones más efímeras con otros seres humanos, primando las relaciones comerciales y/o económicas. Además, en las ciudades tendemos a un comportamiento más individual y a desentendernos del origen y de las condiciones de lo que consumimos, muchos de estos enseres cultivados o fabricados en su mayoría fuera de nuestras ciudades. 

No, definitivamente, el proceso de urbanización de la humanidad no es una noticia que debamos pasar por alto: de algún modo afecta a nuestro modo de comprender las sociedades y al mundo en su totalidad. 

 


DESPOBLACIÓN DEL MUNDO RURAL 


Pueblo abandonado de Brusquetes – Asturias

Como cabe esperar, el aumento de las personas viviendo en ciudades trae consigo otro efecto: la despoblación del entorno rural y sus consecuencias inmediatas tales como la desatención del patrimonio natural y cultural o el aumento del impacto medioambiental negativo per capita, entre otros.

Bien, hoy voy a poner encima de la mesa algunos datos relacionados con esta realidad que está sucediendo a nivel mundial y que es especialmente demoledora con mi tierra, Asturias, una región situada en el norte de España.

Aviso: los datos son duros.

Asturias sufre el mayor incremento de la despoblación de España, perdiendo casi 50.000 habitantes desde el año 2000.

La edad media en Asturias es de 48,33 años. Efectivamente: hay pueblos donde es más fácil encontrarte un oso pardo que un guaje.

Asturias tiene la tasa de suicidios más alta de España (13 por cada 100.000 habitantes, la media en España es de 8,7). Es decir, unas 160 personas deciden quitarse la vida todos los años por estos lares. Algunos concejos repuntan a 20 por cada 100.000, lo que nos sitúa en el lugar de Europa con más suicidios. Más que incluso cualquier país nórdico. Ahora, cuando alguien diga que aquí al menos somos más felices, que se lo piense dos veces

La tasa de paro juvenil supera el 40% lo que hace que en los últimos 10 años más de 40.000 jóvenes hayan emigrado fuera de esta tierra.

Solo el 18,3% de de los jóvenes entre 16 y 29 años consigue emanciparse, y los que lo consiguen destinan un 60% de su sueldo al pago de un alquiler.

En Asturias hay 83.000 viviendas vacías (aproximadamente, descontad las viviendas alquiladas en B, que serán unas cuantas).

En Asturias existen 880 pueblos vacíos, 331 que solo tienen 1 habitante y más de 3000 son los que tienen 9 o menos.

Voy al lío.


OCUPACIÓN EN EL MUNDO RURAL: EL SENTIDO DE UNA PRÁCTICA


Recientemente y para un estudio sociológico impulsado por la UNED donde estudio el grado de Sociología sobre el fenómeno de la ocupación, entrevisté a personas que decidieron ocupar viviendas derruidas o con un deterioro importante en el mundo rural, a su vez en pueblos abandonados o semi-abandonados.

Tuve la oportunidad de entrevistar, por ejemplo, a las personas que llevaban viviendo varios años de forma ilegal en la Casona de Ronzón, en el concejo de Lena (Asturias), y que a las pocas semanas de mi visita fueron desalojadas por la policía. La casona asturiana estaba en estado de abandono cuando la ocuparon y comenzaron a vivir en ella a la par que la mantenían y le daban un uso comunitario.

Durante mi visita vi con mis propios ojos cómo cultivaban las tierras que, de no ser por ellos, estarían abandonadas y con hierbas silvestres creciendo desconsoladamente.

Me contaron cómo rehabilitaron parte de la casa y de algunas casas adyacentes, en ruinas. Pude incluso conversar con una de las chicas que vivía en dicha casa y en los años que le costó rehabilitarla por sus propios medios.

Me contaron todos los eventos culturales, acercamiento a otras culturas, clases de cocina, clases de inglés y un largo etcétera que organizaron en los últimos años.

Me contaron con una sonrisas que también los vecinos les gusta que estén por ahí: dan vida a la zona.

Curioso, se indignan cuando los llaman “Okupas”, con “k”; esa demonización que, según ellos, les pone la etiqueta de delincuentes: una etiqueta que asocian a “antisistema” o “no sabes lo que haces”.

También me explicaron su frustración cuando pedían una cesión temporal de los terrenos, con la negativa de la administración como respuesta. Y, convencidos, me dijeron que lo que consiguió la administración es que se reafirmasen más en vivir ocupando, convirtiéndolo en un modo de protesta social.

Empaticé profundamente con la causa. Las nuevas generaciones están viviendo una crisis de expresión nunca vista ya que los caminos de inserción sociolaborales no están funcionando como solían funcionar; además, ya no se identifican con cosas que nos interesaban a nosotros como la política, el trabajo, la familia o la religión. Se ven fuera de la sociedad y no nos preocupamos de atender de manera concienzuda esta “cuestión juvenil”.

Ilustración de Moi Ramera

¿Sabes? Ante la impotencia de falta de alternativas, las personas creamos movimientos “desviados” que retan las leyes establecidas para poder abrirnos un camino alternativo, sobre todo si el camino que te desdibujan es del tipo que os acabo de contar más arriba.

¿Sabes? Todos los movimientos ciudadanos que consiguieron verdaderos cambios sociales y que hoy podemos disfrutar, comenzaron superando algunas leyes. Comenzaron “saltándose” algunas leyes.

Me estoy acordando, por ejemplo, de Rosa Parks, mujer negra que en 1955 decidió hacer caso omiso a la ley que le exigía dejar libre un asiento del autobús a los blancos. Por tal acción acabó en la cárcel al tiempo que encendió la mecha de movimiento a favor de la igualdad de derechos entre blancos y negros y un cambio de paradigma social importantísimo en Estados Unidos.

Ahora podríamos verlo como un acto de sentido común, ¿verdad? ¿Por qué una persona blanca es poseedora de más derechos que una persona negra? Pues antes, amigos/as, hace tan solo unos pocos años se veía como algo intolerable: Rosa Parks estaba yendo en contra de la ley.

Las leyes establecen un marco en el que podamos movernos, es cierto. Y son necesarias: también es cierto.

Del mismo modo, no debemos olvidar que una ley que no ayuda a la sociedad a avanzar, en realidad, no la ayuda: la constriñe, la anquilosa. Así, es necesario que poco a poco las leyes evolucionen para que den aire a los nuevos retos sociales, a las nuevas necesidades de la población, a la propia evolución de las sociedades y del mundo.

Son precisamente los movimientos sociales los que retan a esas leyes para que el conjunto de la sociedad podamos poner el foco en ese aspecto social y, tal vez, si estamos de acuerdo y creemos que es algo positivo, avanzar en la conquista de más y más derechos.

Así, creo que es necesario que existan personas ahí fuera retando el “status quo”, el “todo va bien”. Nos obliga a seguir avanzando como sociedad.

No estoy haciendo apología de la ocupación en cualquier contexto o de cualquier manera: estoy abriendo la puerta a que pase algo de aire fresco y de, tal vez, comprender la realidad que nos rodea desde un lugar donde veamos todas las perspectivas, y no solo la nuestra propia.

Cada caso, circunstancia, es distinta. Aquí os estoy mostrando una parte de ella. Y desde mi propia perspectiva subjetiva, claro.

Sobre todo, creo que es importante quitar estereotipos y prejuicios.

Solo así podremos llegar a un punto de encuentro donde todas las partes nos veamos comprendidas, atendidas y respetadas.

Nota: la ilustración es de Moi Ramera

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