por Iván Ojanguren | Sep 12, 2020 | Extraordinaria GENTE corriente
¿PARA QUÉ EDUCAMOS?
¿Para qué educamos? ¿Para qué existen las escuelas? Menuda perogrullada de pregunta, ¿verdad? Pues nada más lejos de la realidad; es esta una pregunta fundamental ya que su respuesta puede provocar que enfoquemos la enseñanza desde diferentes perspectivas.
Si consideramos que el principal objetivo del Sistema Educativo es crear ciudadanos felices capaces de vivir en sociedad y a su vez que ayuden a mantener dicha sociedad, a mejorarla y a garantizar su supervivencia, ¿estamos realmente cumpliendo con este cometido?
Nuestra protagonista y profe de primaria siente que hace falta un cambio de paradigma en la educación; Elisa, sabe que debemos conseguir todo lo que se espera del sistema y, además, hacerlo de una manera inclusiva desde el disfrute y la emoción, creyendo en los niños y trabajando desde los intereses y la mente del que aprende.
APRENDER Y DISFRUTAR
Aprender y disfrutar, ¿es posible? ¿Es posible tan si quiera poner estos dos verbos en la misma frase?
Elisa Beltrán lo tiene claro: el aprendizaje debería ser algo divertido, algo mágico. “Yo siempre les digo a mis compañeros: los niños no nos recordarán por lo que les enseñamos, nos recordarán por cómo fuimos con ellos y cómo conseguimos emocionarles y despertar su interés”.
Y es que ir a una clase con Elisa es una aventura: nunca sabes lo que va a suceder. Tal vez proyectará unos vídeos en la pared, o fomentará el trabajo en equipo; puede que haya trabajo individual, que se use tecnología, o algún tipo de gamificación, pizarra, acertijos, música… Elisa sabe que cada persona tiene sus tiempos y sus modos de aprender y que hay que explicar lo mismo de varias formas diferentes para sí asegurarse de que la enseñanza llega a todos por igual.
Con los alumnos de Elisa (2º de primaria) el día que asistí a a su clase todo un día en el año 2019
Soy de esa generación criada en colegios con educación segregada (solo chicos), con un altísimo contenido doctrinario y cuyo único fin era conseguir un alumnado disciplinado, aplicado, obediente y “útil” en la sociedad. Cómo me sentía, qué me gustaba, qué fortalezas tenía o cuáles eran mis tiempos de aprendizaje nunca fueron del interés de aquel sistema.
Conociendo a Elisa supe que hay esperanza: existe un movimiento maravilloso de profesoras y profesores que comprenden la educación desde este punto de vista más holístico: educar para formar personas felices capaces de desenvolverse en sociedad, educar para hacer PERSONAS -con mayúsculas- que se sientan realizados como individuos viviendo en sociedad.
Un movimiento que no solo trabaja las debilidades, sino que también refuerza y prima las fortalezas. Un movimiento que enseña desde el cerebro del que aprende, dándole mucha importancia a la emoción positiva durante el aprendizaje para fijar conceptos y garantizar la salud emocional de la persona.
Un movimiento que sabe que la educación no termina en el aula y que continua en casa en y todos los contactos sociales, del tipo que sean, que el alumno tiene en su vida. Un movimiento que cree ciegamente en todos los alumnos y en su capacidad para aportar un valor único, y que sabe que el contenido curricular es tan solo una parte de todo lo que un ser humano puede llevar a cabo.
La clase de los alumnos de Elisa en el año 2019: frases inspiradoras, elementos manipulativos, trabajo en grupo… ¿A quién no le hubiese gustado pasar 2 años de su vida en este aula?
Cuando Elisa termina su jornada en el cole, comienza la segunda parte: hacer balance del día y preparar la clase del día siguiente acorde con lo que ha sucedido ese día en el aula; además, también sigue en contacto directo y diario con los padres y madres, ayudándoles en su día a día: “Los padres y yo somos un equipo: todo lo que sucede en casa afecta al aula, y al contrario; por eso siempre estoy al otro lado para lo que necesiten”.
Debo confesar que me emocionó presenciar la auténtica devoción que los alumnos de Elisa sienten por su profe, por ejemplo cuando al final del día van todos en tropel a abrazarla -esto, claro, antes de la pandemia del covid- o cuando una de las madres de me dijo: “mi hijo Pedro odiaba ir al colegio… Pero comenzó a ir feliz gracias a Elisa”. Solo por esto último, Elisa, ¡ya tienes el cielo ganado!
Yo entrevistando a Elisa durante el confinamiento por el covid-19 en el 2020. La entrevista está disponible a través de mi libro “La extraordinaria vida de la gente corriente”
ENTONCES, ¿QUÉ ES EDUCAR?
¿Sabes? La educación no es simplemente elegir un colegio con buenas instalaciones o con notas medias altas.
Educar no trata de considerar a las personas como vasos vacíos que hay que llenar, sino de verlas como semillas a las que hay que proporcionar las condiciones necesarias para que germinen.
Educar tampoco trata de memorizar respuestas a preguntas que ya están formuladas; trata más bien de fomentar la resolución práctica y creativa de problemas reales desde las habilidades naturales de cada uno. Educar no trata de centrarse en poner límites; al contrario: trata de dar el espacio suficiente para que la persona pueda conocer sus talentos, virtudes y aspiraciones, a la par que le dejamos explorar y tomar sus propias decisiones. Educar, pues, no trata de dar órdenes; trata de exponer a la persona a nuevos retos y experiencias facilitando entornos de ensayo y error seguros y controlados.
Así, educar no trata de decir el «ya te lo dije» cuando se cometen errores, sino de confiar y ayudar a tomar la siguiente decisión que la persona considere más coherente. No olvidemos que esta es la base para que se conviertan en ciudadanos autónomos y responsables de sus actos. En este sentido, educar no consiste en evitar que la persona se caiga; consiste más bien en ayudar a que se levante.
Así, educar tampoco trata de imponer lo que está bien o está mal, sino más bien de inspirar y ser un ejemplo en todo aquello que quieres que la otra parte tenga en cuenta, sea tu hijo, amigo, vecino o incluso un desconocido; y esto, definitivamente, es algo que empieza en las pequeñas acciones del día a día desde que nos levantamos.
Necesitamos a muchas personas apasionadas con aquello que hacen, personas empeñadas en marcar una diferencia y aportar mucho valor en el contexto en el que actúan. Si hay algún sector donde esto urge es claramente la educación. Si conseguimos poner medios y conciencia en los métodos y objetivos en este campo mientras permitimos a personas como Elisa liderar el proceso, estoy convencido de que el futuro a medio plazo será un mundo donde quepamos todos.
Un mundo donde todos nos beneficiemos del talento de cada individuo.
Un mundo donde cada individuo se sienta realizado viviendo en sociedad.
¿Ayudamos a Elisa a crear ese mundo?
La historia de Elisa, su filosofía e historia de vida y de cómo forjó su amor por la enseñanza la cuento con todo detalle en mi último libro “La extraordinaria vida de la gente corriente”.
por Iván Ojanguren | Sep 10, 2020 | Extraordinaria GENTE corriente
UTOPÍA
Me encanta visitar de vez en cuando a Francine. Desde que la conocí por casualidad allá por el año 2017, siempre me dejo caer por su cabaña una o dos veces año; me gusta empaparme de su filosofía de vida y de su capacidad para darme un bofetón -metafórico- al saber que ella, una persona de más de 60 años, lleva más de una década viviendo en un pueblo entre las montañas de Asturias y León donde es la única habitante y al que, además, solo se puede llegar caminando.
Francine hace que todo lo que yo pensaba que necesitaba para vivir se tambalee; y es que ella ha rebajado los mínimos vitales a niveles insospechados al tiempo que se mantiene activa y feliz. “Siempre me hacen la misma pregunta” -me dice Francine, “¿No tienes miedo viviendo aquí sola?”. El caso es que al verla esa pregunta se responde por sí sola: te recibe con una sonrisa inmensa y con una energía que solo puede emanar de alguien que de verdad ha encontrado su sitio en el mundo.
Detalle del cartel que señala el sendero para llegar al pueblecito de “El Corralín” donde vive su único habitante: Francine
Además, llegar a El Corralín significa caminar, al menos 1 hora desde el pueblo más cercano (Sisterna) y por un valle maravilloso atravesado por el río Ibias, convirtiendo la experiencia en algo más que una visita: se trata de algo más meditado, más profundo, más inspirador, más especial que una simple “visita” a un familiar o un amigo.
Algo tiene Francine. Algo emana de ella que provoca un flujo de peregrinos a su cabaña, sobre todo en la época estival. ¿Qué hace que decenas -¿¿centenares??- de personas la visiten cada año? Francine me cuenta qué es lo que ella piensa: “Creo que la gente no se cree que pueda vivir aquí, sin agua corriente o electricidad. No se creen que es posible tener una vida más tranquila, humilde y en comunión con lo que te rodea. No se creen que sea posible…, y necesitan verlo por sus propios ojos. Por eso vienen aquí, por eso me visitan y me hacen todo tipo de preguntas”.
Esta foto (un poquito movida) la tomé en mi última visita (agosto 2020); Francine estaba con dos viajeros que se pasaron a visitarla.
PEQUEÑAS ACCIONES SÍ CAMBIAN REALIDADES
Francine es consciente de que lo que ella ha hecho tal vez no sea factible para todo el mundo: comenzar a vivir de un modo diferente en la naturaleza, priorizando la autosuficiencia y disminuyendo su huella ecológica a la mínima expresión.
De todos modos, ella sabe que podemos empezar a hacer cosas diferentes en nuestro día a día, aún cuando esos cambios no sean de calado en el corto plazo: muchos cambios a lo largo del tiempo hechos por muchas personas sí que consiguen cambiar realidades. De algún modo ella inspira a que nos planteemos nuestra vida desde un plano más ecológico, más holístico y menos individual. Por ejemplo, Francine ayuda a recuperar las abejas en el valle, a repoblar la población de murciélagos o a replantar los montes quemados en el devastador incendio -que casi el cuesta la vida- del año 2019 aprovechando la regeneración natural de los árboles autóctonos del valle.
Detalle del plano de la “casa” para murciélagos, un castaño germinando que terminaría en la zona quemada y una colmena de abejas situada en un árbol al lado de su casa.
¿Una colmena en un valle, construir una casa para murciélagos o 4 docenas de árboles plantados cambian el mundo? Tal vez no, pero, escucha: un par de acciones como esta realizada al año por unos pocos millones de habitantes del planeta sí que marcan una diferencia. Y siempre, siempre, esa acción mejorará ese pequeño entorno local en el que estás actuando. Solo por esto último ya merece la pena.
Personalmente creo que necesitamos pensar más en el largo plazo, en lugar de priorizar el beneficio en el corto. Siento que urge meter en la ecuación la supervivencia de las generaciones futuras y del planeta en su conjunto. No se trata de elegir entre “mi supervivencia” y “la supervivencia del mundo”: se trata honrar las dos: bienestar individual y bienestar general.
Le pregunté en una ocasión cómo sería un mundo ideal para ella. «En realidad este mundo está genial, es perfecto… Tan solo le añadiría más amor. Más amor y menos locura por el dinero y por tener. Creo que para conseguir más amor y un mundo mejor las personas deberían aplicarse a sí mismas todoa quello que querrían ver en el mundo… Así, si quieres ver felicidad en el mundo, comienza por ser feliz tú mismo. Si quieres que el mundo esté bien, comienza por sentirte bien contigo mismo primero. La felicidad no está en tener dos coches, una casa grande, tener un perro o incluso hijos para aparentar ser una familia unida y feliz. Ser feliz tiene que ver con estar a gusto contigo mismo, independientemente del tipo de vida que lleves –Francine acelera el ritmo y continúa–: Creo que basar la felicidad en conseguir cosas, materiales o no, puede llevarte a que te pases la vida persiguiendo algo que nunca llega».
Francine es conocida cariñosamente en Asturias como La Xana de Muniellos.
Una xana es un personaje de la mitología asturiana que habita en el bosque, normalmente en zonas de aguas puras; es un hada de gran belleza y riqueza que vive encadenada a un manantial, arroyo o laguna y busca ayuda de los lugareños para ser liberada a la par que devuelve el favor en forma de alhajas, sabiduría u ovillos de hilo que no se acaban nunca.
Francine es rica, más rica que cualquiera: custodia y protege sin miedo El Corralín, disfrutando todos los días de su paisaje agreste de aire puro, agua limpia y exuberante vida. A cambio, ella nos regala su filosofía, sabiduría, paz y serenidad. Deposita semillas en el corazón de la gente que, nutridas con el abono del amor, el agua de la curiosidad y la luz de la esperanza pueden hacer germinar una manera más conectada y feliz de estar en el mundo.
El Corralín y el valle han ganado una aliada…, y el mundo, también.
Yo con Francine durante la entrevista en verano del 2020 y que está disponible a través del libro “La extraordinaria vida de la gente corriente”
La alucinante historia de Francine, su filosofía e historia de vida y de cómo terminó en El Corralín, la cuento con todo detalle en mi libro “La extraordinaria vida de la gente corriente”.
por Iván Ojanguren | Sep 2, 2020 | Extraordinaria GENTE corriente
¿QUÉ ES UN GENERADOR DE AMOR?
Un generador de amor, para Joan Carulla, es una persona que ama a los demás de forma incondicional consiguiendo no solo irradiar ese amor en beneficio de los demás, sino también disfrutar su propias carnes la energía y disfrute de amar. Las personas que reciben ese amor a su vez pueden generar más amor, iniciando así una reacción en cadena que podría ser imparable.
¿Lo curioso? Esta idea se le ocurrió a Joan cuando tan solo era un niño. Qué cosas, ¿verdad? Muchas veces son los niños los que tienen las ideas más originales y sencillas… Aunque no por ello menos potentes o carentes de sentido.
Nuestro protagonista es un tipo especial. Nació en el año 1923 y por sus ojos han pasado 2 dictaduras (Primo de Rivera y Franco), una República -alucinante la claridad con la que recuerda su proclamación en 1931- y la actual monarquía parlamentaria democrática. Además, su padre fue llamado a filas a comienzos de siglo para ir a la guerra del Rif en África, hecho que transformó a su padre en un pacifista, pasando ese ideal también al -entonces- pequeño Joan: “Mi padre me hizo leer el libro de Abajo las armas de Bertha Von Suttner siendo un niño; me marcó profundamente”.
MORIR SALVANDO VIDAS
Joan, debido a su juventud por entonces, no combatió en la Guerra Civil española, aunque le tocó vivir aquella guerra y la posguerra en primera persona: me cuenta por ejemplo cómo su pueblo, Juneda (Lleida) fue bombardeado en 1938 por aviones italianos y se vio obligado a ir huir al monte: “Murieron 5 personas aquel día, aunque habría que sumarle un cero o dos a esa cifra si no nos llegan a avisar con antelación”, o cómo al llegar la dictadura y absolutamente abrumado por el horror de las guerras, decidió presentarse como voluntario en el servicio militar obligatorio para trabajar en Hospitales militares: “Que tristeza morir matando; si tengo que morir que sea salvando vidas”, y añadió, “¿Cuántos culpables en ambos bandos pudo haber en aquella guerra? ¿Tal vez media docena? Cada día lloro por el millón de muertos que se llevó”
Joan sabía que hacer el servicio militar obligatorio con la Segunda Guerra Mundial en marcha, a sabiendas de que Franco era afín a Hitler y que en cualquier momento podría formar parte de las potencias del “Eje”: “Trabajando en hospitales tendría menos posibilidades de ir a Europa”.
También me contó que su desarrollo se hizo a base de patata hervida, trabajando la tierra de sol a sol (tras la guerra tenían que dar los cereales al Servicio Nacional del Trigo Franquista) aunque pasa por encima de esto rápidamente, como quitándole importancia. Como diciendo: es lo que había. Eso sí, me cuenta con felicidad que cuando tenían algo de aceite para mojar las patatas asadas en el fuego, aquello era un manjar de dioses, algo delicioso. “Yo prefería los boniatos a las patatas: aguantaban blandos de un día para otro”.
Joan en su casa de Barcelona. La foto es del año 2018.
EL ABUELO DE LOS TEJADOS VERDES
Así es conocido Joan en Barcelona, ciudad actual en la que vive. Fue un auténtico pionero ya que cuando emigró de Juneda a Barcelona en los años 50 con su mujer -con una mano delante y otra detrás, dicho sea de paso-, comenzó a plantar árboles y plantas comestibles en la terraza de su casa cuando nadie hablaba de agricultura en las ciudades.
Desde hace más de 40 años tiene un huerto urbano en su piso en Barcelona con más de 70 toneladas de tierra que utiliza con fines didácticos -los enseña a personas que quieran cultivar en las ciudades- y también pedagógicos; “Si los niños aprenden a amar la Tierra y el milagro de la vida, será más fácil que de mayores sean hombres y mujeres buenos” -me cuenta convencido. Es maravilloso verle moverse de manera grácil por ese huerto -recuerda que tiene 97 años- mientras te cuenta lo que plantó, lo que va a plantar y los inventos que tiene que hacer para que los pajarillos no se coman todas las uvas, aunque la mejor cosecha, dice: “… es este maravilloso intercambio de vibraciones positivas con las plantas”.
A Joan le molesta que digan que en los huertos existan malas hierbas. “Todas las hierbas son buenas, son hijas de Dios, de la naturaleza”. Y me cuenta con ternura cómo arranca las malas hierbas y las devuelve a la propia tierra pidiéndoles perdón. Y es que claro,
Ese ha sido siempre su Misión en la vida: enseñar a los demás a amar y respetar la vida; y lo hace a través de su amor a la naturaleza. Su visión es clara: “La naturaleza es vida; las plantas son todo corazón, ¡claro! Por eso se te pasan todos los males cuando vas a la naturaleza, porque te dan sus buenas vibraciones. Así que si el hombre es capaz de amar la naturaleza, también amará la vida y respetará el resto de seres humanos.”
Yo con Joan en su casa de Barcelona. La foto es del año 2019.
LA CONCIENCIA: O CÓMO MORIR EN PAZ
Cuando uno tiene 97 años, existe un pensamiento reiterativo: la muerte. Lo cierto es que en una ocasión le pregunté cómo afronta su vida, cómo ve su futuro, cómo se vive sabiendo que tal vez uno se encuentre ya en el tiempo de descuento; es alucinante la tranquilidad con la que habla del tema y la asunción de que sabe que el fin de su vida tal y como la conoce ahora llegará más pronto que tarde.
Un día me dijo: “Iván, le voy a dar el teléfono de mi hijo Toni: ya sabe usted, por si acaso”. Por si acaso.
Y es que Joan ha conseguido algo que no se consigue con dinero, poder o riquezas. Algo que no te enseñan en el colegio, ni en el trabajo… Ni si quiera te lo enseñan tus padres o tu pareja. Es algo que solamente se puede interioridad a través de uno mismo y sus propias experiencias y pensamientos: tener paz en los últimos años de la vida y, aún sabiendo que uno ya le está robando minutos a la vida, seguir hacia adelante con tesón y sentido.
¿Cómo lo hace? ¿Cómo consigue no temer a la muerte? Joan vive con propósito: cada día tiene quehaceres que le llenan profundamente… Y siempre ha sido así. Dice que ha vivido cada momento de su vida, cada instante, cada decisión, cada victoria y cada derrota tan plenamente -incluso los momentos en los que se iba de noche al campo y volvía de noche a casa- que piensa que “Tengo 97 años, sí, pero siento que he vivido 200 así que no tengo ningún pesar por dejar este mundo”.
Cuando le pregunto por el secreto de una vida tan longeva y sabia, me contesta: “Vivo con amor. Siempre lo he hecho así. Anhelo sin envidiar y siempre tengo buenos sentimientos para todo el mundo. ¡Estoy convencido de que alarga la vida!”. En la entrevista telefónica que le hice el pasado mes de agosto del año 2020 -y que está disponible en el libro a través de un código QR- me dijo algo maravilloso al hilo de este pensamiento: “Cuando amamos y deseamos el bien, entonces encontramos en nosotros un pedacito de Dios: la conciencia… Y la conciencia lo cambia todo”.
Reconozco que hablando y conviviendo con Joan durante todo este tiempo para escribir su historia de vida, se me ha quitado toda la tontería de un plumazo. Lo tengo clarísimo: de mayor quiero ser Joan.
La historia de Joan junto con la entrevista telefónica que le hice, están en mi libro “La extraordinaria vida de la gente corriente”. Un libro donde cuento las actitudes y modos de comprender la vida de aquellas personas corrientes que han encontrado sentido a su vida personal y profesional.
por Iván Ojanguren | Ago 13, 2020 | Extraordinaria GENTE corriente
EL CAMINO DE SANTIAGO
El Camino de Santiago es una herramienta de crecimiento personal alucinante, una de las más potentes, diría yo.
¿Por qué?
Durante el tiempo que pasas en el Camino, tus prioridades junto con tus pensamientos, cambian: caminar 20-30 kilómetros al día influye en tus pensamientos, créeme. Y lo más importante, tu modo de relacionarte con los demás y contigo mismo también cambian.
Eso sí: cambian para bien.
Te vuelves, tal vez sin querer, en una persona más social: compartes más, sonríes más, respetas más. Sin darte cuenta, comienzas poco a poco a pensar menos… Y a sentir más.
De un modo no premeditado comienzas a liberarte de prejuicios y, también muy curioso, te liberas parcialmente de necesidades que tan solo unos días atrás creías como irrenunciables.
Hito o mojón entre Salas y Bondenaya que muestra al peregrino que se encuentra dentro del Camino de Santiago
UN HOSPITALERO ESPECIAL
David Carricondo es un hospitalero del Camino de Santiago; durante la Edad Media no había albergues como hoy en día, solo había hospitales: lugares donde no solo dar cobijo a los peregrinos, sino también darles un mínimo de atención sanitaria de modo que pudiesen continuar el peregrinaje que en la mayoría de los casos se hacía en condiciones extremadamente peligrosas. “Los antiguos peregrinos venían a morir al Camino: los tomaban a veces por locos” -me contó David en una ocasión.
Este maravilloso hospitalero no solo te dará cobijo en su casa: también te recibirá con un sentido abrazo y te curará las ampollas, te dará de comer, te ofrecerá bebidas frescas en verano y calientes en invierno, te lavará la ropa y te escuchará. Te escuchará como nadie porque sabe que si estás haciendo el Camino es porque estás buscando algo; tal vez respuestas o tal vez preguntas, tal vez pasar página o tal vez escribir una nueva página en tu vida. Así, creará el espacio necesario para la convivencia…, o para la introspección, si es eso lo que deseas. Además, él cobra la voluntad: “Así contribuyo a que todo el mundo sin excepción pueda vivir esta experiencia tan mágica y reparadora que es el Camino de Santiago” -me dijo David con orgullo y firmeza.
Algo que me impactó mucho de mis charlas con él fue su modo de definir el Camino de Santiago: “Es una línea de realidad en un mundo irreal. Aquí, todo el mundo se respeta y comparte todo lo que tiene. Esto es lo que debería de ser siempre la vida entre las personas”.
Por todo esto, David no es un hospitalero cualquiera: “David te marca el Camino” en palabras de mi buen amigo Andrés Fernández, la persona que me hizo saber de la existencia de nuestro protagonista y su albergue. David no entiende cada grupo de peregrinos del día como seres individuales: él los ve como su “familia”; “Cada día tengo una familia diferente; una familia con la que crecer, compartir, sentir, aprender y también querer”-me dijo en una de mis entrevistas con él. Solo pasando una noche ahí comprenderás por qué a las 17:00 eres un peregrino rodeado de desconocidos y a las 23:00 ya eres un miembro más de la familia de ese día.
Personalmente conocí a David Carricondo en el 2017, año en el que comencé mis vivencias y entrevistas con el ánimo de incluirle en mi libro La extraordinaria vida de la gente corriente; desde entonces es raro el año que no me dejo caer por su albergue: a veces como peregrino, a veces como amigo. Pero siempre como un ser humano buscando un espacio de recogimiento, un refugio de la vorágine, una conversación reparadora.
Mi última visita se produjo después del confinamiento por el Covid en España, en agosto del 2020. Aproveché para regalarle un cuadro con una de las ilustraciones que aparecen en el libro e inspiradas en su historia de vida y en su albergue y, de paso, grabar una entrevista que actualmente está accesible desde el libro impreso.
Ilustración del libro “La extraordinaria vida de la gente corriente” que le regalé a David. La ilustración es de Laura Virumbrales
Durante la entrevista me contó cómo consiguió salir adelante durante el confinamiento: aunque tuvo que cerrar el albergue, aprovechó para reestructurarlo y para construir un pequeño apartamento en el bajo de su casita. Además hizo un huerto, crió varias gallinas ponedoras y también ayudó, un día sí y otro también, a las personas mayores del pueblecito de Bodenaya que se habían quedado aisladas.
Como producto del confinamiento, su compañera Celia estuvo experimentando en la creación de jabones, papel reciclado y cremas artesanales y que ahora están disponibles a la venta en su albergue bajo el sobretítulo de “Frutos del confinamiento”.
“Frutos del confinamiento”: jabones, papel reciclado y cremas corporales artesanales
“SOMOS AFORTUNADOS”
Yo entrevistando a David Carricondo en el porche de su albergue de peregrinos en Bodenaya en agosto del 2020
Al final de la entrevista, le hice esta pregunta a nuestro protagonista: “David, imagina que este libro junto con la entrevista que estamos haciendo se hace viral y llega a miles de personas, ¿qué mensaje te gustaría compartir con el mundo?”.
Antes de responder, David me mira, mira al horizonte durante unos instantes, vuelve a mirarme decidido y asintiendo con la cabeza, me dice:
“Pues…, que somos afortunados” -en este momento David no puede contener unas lágrimas de emoción. “Todos los días la vida nos da un regalo, Iván, y estamos aquí para vivirla. Les diría que se necesitan pocas cosas para vivir… Y que tomemos conciencia de la existencia: de que nos paremos, de que intentemos relajarnos 5 minutos y sentir que estoy aquí, estoy vivo, esta es mi vida, qué quiero hacer. Porque tenemos que ser conscientes de dónde estamos y de lo que hacemos.
Les diría que estamos aquí para ayudarnos entre todos, no somos ombligos, entre todos formamos un cuerpo entero etéreo, precioso y maravilloso. Y ya está. Y que nos sintamos afortunados… Al fin y al cabo la vida es eso, tomar decisiones, que a veces duelen… Pero al mismo tiempo esas decisiones son oportunidades y que saldrán bien o saldrán mal, pero una lección aprenderemos… Y nos equivocaremos, y nos volveremos a levantar… Y eso nunca es malo; equivoquémonos, que nos hará más sabios.
¿Sabes? Somos buscadores en la vida; buscadores de preguntas, de respuestas, de experiencias vitales. Mira, el Camino no se mide en kilómetros y la vida tampoco se mide en años, se mide en experiencias: lo que tú vivas, lo que tú experimentes, lo que tú aprendas. Dentro de, esperemos muchísimos años, cuando estemos en nuestro lecho de muerte no te acordarás de cuántos años tienes; sin embargo, sí recordarás esas experiencias que viviste, la gente que conociste en tu vida: tu familia, tu pareja, tus amigos, tus vecinos, tu entorno social. Y eso será lo que te dé esa tranquilidad para marcharte… Entonces, preparémonos para ese momento, para que cuando llegue, sea un momento de calidad… Y nada más”.
Nada más.
Y nada menos.
Gracias David por marcar no solo el Camino de centenares de personas todos los años, sino también por ayudarnos a ver la vida desde un punto de vista diferente; un punto de vista donde nos atrevemos a vernos como parte de algo más grande y donde cada día podemos entenderlo como un regalo y que debemos estar aquí para vivirlo, para sentirlo, para contarlo.
Al menos a mí, me has marcado. De corazón espero que sigas en esa “línea de realidad” muchos, muchos años más. Estoy convencido de que el mundo es un lugar mejor contigo ayudando a las personas a sentir más, a tener más conciencia de uno mismo… Y a disfrutar.
Gracias por ser.
Recuerda que puedes ver la entrevista y conocer en profundidad la historia de David en mi libro La extraordinaria vida de la gente corriente. Un libro donde cuento la historia de 10 personas corrientes (5 hombres, 5 mujeres) que disfrutan de su actividad profesional a la par que marcan una verdadera diferencia con su trabajo, contribuyendo, a su modo, a crear un mundo mejor ahí fuera. A través del libro, tendrás acceso en exclusiva a una entrevista con David.
Ah! Y si haces el Camino Primitivo y te dejas caer por el albergue de David, también podrás hacerte con una copia del libro.
por Iván Ojanguren | Ago 8, 2020 | Sociología y bien común
UN MUNDO URBANO
En el año 2007 sucedió un hecho histórico e inaudito en la historia de la humanidad. Es curioso cómo algunos hechos no trascienden, aún cuando son verdaderamente importantes. Esto da que pensar: ¿son verdaderamente importantes todas las cosas que nos cuentan? Es decir, ¿nos enteramos todas las noticias o hechos que son relevantes?
No parece descabellado pensar que en realidad no nos enteramos de lo que pasa ahí fuera, sino de “lo que otros nos cuentan” en base a una discriminación de todo el amasijo de posibles noticias y eventos, ¿verdad?
En fin, reflexiones a parte: ¿qué sucedió en el año 2007? Por primera vez en la historia comenzaron a vivir más personas en ciudades que en entornos rurales. Es decir: el mundo comenzó a ser urbanita. Y esto no es baladí: las ciudades son un contexto en el que nuestra forma de relacionarnos y de pensar acerca de muchas cosas, cambian.
Así, según algunos sociólogos como Georg Simmel, en las ciudades tendemos a tener relaciones más efímeras con otros seres humanos, primando las relaciones comerciales y/o económicas. Además, en las ciudades tendemos a un comportamiento más individual y a desentendernos del origen y de las condiciones de lo que consumimos, muchos de estos enseres cultivados o fabricados en su mayoría fuera de nuestras ciudades.
No, definitivamente, el proceso de urbanización de la humanidad no es una noticia que debamos pasar por alto: de algún modo afecta a nuestro modo de comprender las sociedades y al mundo en su totalidad.
DESPOBLACIÓN DEL MUNDO RURAL
Pueblo abandonado de Brusquetes – Asturias
Como cabe esperar, el aumento de las personas viviendo en ciudades trae consigo otro efecto: la despoblación del entorno rural y sus consecuencias inmediatas tales como la desatención del patrimonio natural y cultural o el aumento del impacto medioambiental negativo per capita, entre otros.
Bien, hoy voy a poner encima de la mesa algunos datos relacionados con esta realidad que está sucediendo a nivel mundial y que es especialmente demoledora con mi tierra, Asturias, una región situada en el norte de España.
Aviso: los datos son duros.
Asturias sufre el mayor incremento de la despoblación de España, perdiendo casi 50.000 habitantes desde el año 2000.
La edad media en Asturias es de 48,33 años. Efectivamente: hay pueblos donde es más fácil encontrarte un oso pardo que un guaje.
Asturias tiene la tasa de suicidios más alta de España (13 por cada 100.000 habitantes, la media en España es de 8,7). Es decir, unas 160 personas deciden quitarse la vida todos los años por estos lares. Algunos concejos repuntan a 20 por cada 100.000, lo que nos sitúa en el lugar de Europa con más suicidios. Más que incluso cualquier país nórdico. Ahora, cuando alguien diga que aquí al menos somos más felices, que se lo piense dos veces
La tasa de paro juvenil supera el 40% lo que hace que en los últimos 10 años más de 40.000 jóvenes hayan emigrado fuera de esta tierra.
Solo el 18,3% de de los jóvenes entre 16 y 29 años consigue emanciparse, y los que lo consiguen destinan un 60% de su sueldo al pago de un alquiler.
En Asturias hay 83.000 viviendas vacías (aproximadamente, descontad las viviendas alquiladas en B, que serán unas cuantas).
En Asturias existen 880 pueblos vacíos, 331 que solo tienen 1 habitante y más de 3000 son los que tienen 9 o menos.
Voy al lío.
OCUPACIÓN EN EL MUNDO RURAL: EL SENTIDO DE UNA PRÁCTICA
Recientemente y para un estudio sociológico impulsado por la UNED donde estudio el grado de Sociología sobre el fenómeno de la ocupación, entrevisté a personas que decidieron ocupar viviendas derruidas o con un deterioro importante en el mundo rural, a su vez en pueblos abandonados o semi-abandonados.
Tuve la oportunidad de entrevistar, por ejemplo, a las personas que llevaban viviendo varios años de forma ilegal en la Casona de Ronzón, en el concejo de Lena (Asturias), y que a las pocas semanas de mi visita fueron desalojadas por la policía. La casona asturiana estaba en estado de abandono cuando la ocuparon y comenzaron a vivir en ella a la par que la mantenían y le daban un uso comunitario.
Durante mi visita vi con mis propios ojos cómo cultivaban las tierras que, de no ser por ellos, estarían abandonadas y con hierbas silvestres creciendo desconsoladamente.
Me contaron cómo rehabilitaron parte de la casa y de algunas casas adyacentes, en ruinas. Pude incluso conversar con una de las chicas que vivía en dicha casa y en los años que le costó rehabilitarla por sus propios medios.
Me contaron todos los eventos culturales, acercamiento a otras culturas, clases de cocina, clases de inglés y un largo etcétera que organizaron en los últimos años.
Me contaron con una sonrisas que también los vecinos les gusta que estén por ahí: dan vida a la zona.
Curioso, se indignan cuando los llaman “Okupas”, con “k”; esa demonización que, según ellos, les pone la etiqueta de delincuentes: una etiqueta que asocian a “antisistema” o “no sabes lo que haces”.
También me explicaron su frustración cuando pedían una cesión temporal de los terrenos, con la negativa de la administración como respuesta. Y, convencidos, me dijeron que lo que consiguió la administración es que se reafirmasen más en vivir ocupando, convirtiéndolo en un modo de protesta social.
Empaticé profundamente con la causa. Las nuevas generaciones están viviendo una crisis de expresión nunca vista ya que los caminos de inserción sociolaborales no están funcionando como solían funcionar; además, ya no se identifican con cosas que nos interesaban a nosotros como la política, el trabajo, la familia o la religión. Se ven fuera de la sociedad y no nos preocupamos de atender de manera concienzuda esta “cuestión juvenil”.
Ilustración de Moi Ramera
¿Sabes? Ante la impotencia de falta de alternativas, las personas creamos movimientos “desviados” que retan las leyes establecidas para poder abrirnos un camino alternativo, sobre todo si el camino que te desdibujan es del tipo que os acabo de contar más arriba.
¿Sabes? Todos los movimientos ciudadanos que consiguieron verdaderos cambios sociales y que hoy podemos disfrutar, comenzaron superando algunas leyes. Comenzaron “saltándose” algunas leyes.
Me estoy acordando, por ejemplo, de Rosa Parks, mujer negra que en 1955 decidió hacer caso omiso a la ley que le exigía dejar libre un asiento del autobús a los blancos. Por tal acción acabó en la cárcel al tiempo que encendió la mecha de movimiento a favor de la igualdad de derechos entre blancos y negros y un cambio de paradigma social importantísimo en Estados Unidos.
Ahora podríamos verlo como un acto de sentido común, ¿verdad? ¿Por qué una persona blanca es poseedora de más derechos que una persona negra? Pues antes, amigos/as, hace tan solo unos pocos años se veía como algo intolerable: Rosa Parks estaba yendo en contra de la ley.
Las leyes establecen un marco en el que podamos movernos, es cierto. Y son necesarias: también es cierto.
Del mismo modo, no debemos olvidar que una ley que no ayuda a la sociedad a avanzar, en realidad, no la ayuda: la constriñe, la anquilosa. Así, es necesario que poco a poco las leyes evolucionen para que den aire a los nuevos retos sociales, a las nuevas necesidades de la población, a la propia evolución de las sociedades y del mundo.
Son precisamente los movimientos sociales los que retan a esas leyes para que el conjunto de la sociedad podamos poner el foco en ese aspecto social y, tal vez, si estamos de acuerdo y creemos que es algo positivo, avanzar en la conquista de más y más derechos.
Así, creo que es necesario que existan personas ahí fuera retando el “status quo”, el “todo va bien”. Nos obliga a seguir avanzando como sociedad.
No estoy haciendo apología de la ocupación en cualquier contexto o de cualquier manera: estoy abriendo la puerta a que pase algo de aire fresco y de, tal vez, comprender la realidad que nos rodea desde un lugar donde veamos todas las perspectivas, y no solo la nuestra propia.
Cada caso, circunstancia, es distinta. Aquí os estoy mostrando una parte de ella. Y desde mi propia perspectiva subjetiva, claro.
Sobre todo, creo que es importante quitar estereotipos y prejuicios.
Solo así podremos llegar a un punto de encuentro donde todas las partes nos veamos comprendidas, atendidas y respetadas.
Nota: la ilustración es de Moi Ramera